martes, 15 de marzo de 2011

La Edad del Papa Incómodo - Stefano Fontana

La Edad del Papa Incómodo
Stefano Fontana


Recojo en este libro, tres años de artículos publicados en el “loccidentale.it”, desde el 5 de junio del 2007 al 2 abril 2010, desde el secuestro del padre Giancarlo Bossi en Filipinas a las cuestiones de los padres pedófilos, pasando a través de Bush y Ratzinger, las persecuciones de los cristianos y los católicos democráticos, las parejas de hecho y los derechos humanos, la emergencia educativa y la píldora RU486, Prodi y la Caritas in Veritate, los teodem y los teocon, las contestaciones a la Sapiencia y la lista de Giuliano Ferrara, Hamas e Israel, Ratzinger en Ground Zero y en el College des Bernardins, la biopolítica y el cardenal Bagnasco, las elecciones políticas y aquellas regionales, las masacres de los cristianos y los proyectos culturales del cardenal Ruini, las ambigüedades de la ONU sobre los derechos humanos y las masacres de niños, las falsas seducciones del ecologismo y el Patio de los Gentiles, el referéndum sobre minaretes y la admisibilidad del burka, los anglicanos y los sacerdotes pedófilos. Tres años son bastante. Nos olvidamos rápidamente de las cosas. Releer puede ser útil.

Pero no es una relectura a la moda. No se concede mucho al estándar siempre difuso que quisiera el católico abierto y conocedor de todo aquello que sucede, porque el mundo es amado, de todas maneras. El mundo es amado, pero propiamente por esto también es reprobado. Hoy parece que los pecados más graves sean votar a Berlusconi, desperdiciar agua cuando nos lavamos los dientes, decir que la teoría evolucionista no explica todo, negar que el subdesarrollo sea sólo culpa de nuestros ricos, halar las orejas con sospecha cuando habla Veronesi en TV, no leer los libros de los Odifreddi y sobre todo permitirse cualquier crítica al comercio justo y solidario, el pacifismo del arco iris y a la disminución de Serge Latouche.

Nada de eso en las páginas de este libro. Yo soy un católico que escucha el Papa: Roma locuta causa finita est. Creo que el punto de partida es la fe apostólica y no la praxis de liberaciones, no creo que el mundo, en cuanto puro mundo, pueda enseñarnos tanto: dado que tiene necesidad de ser salvado no puede salvar. No me han apasionado nunca los mesianismos sin Dios y las nuevas religiones del ecologismo, del pacifismo de las marcas, del tercermundismo y de la disminución ni saber tanto de idolatrías. Quiero los pocos “principios no negociables” que, me obligan a decir sì, sì o no, no, sin titubeos y mil distinciones. Y cuando no logro entender hasta el fondo como están ciertas cosas complejas, miro que me dice la Iglesia, y me fío. De lo demás, ¿a quién podré ir?. No soy un católico adulto, siento la necesidad de ser guiado. Pienso que el Evangelio valga más que la Constitución. Pienso, sin embargo, que el Evangelio no basta; si con el slogan “el Evangelio basta” se quiere negar la enseñanza de la Iglesia, la dimensión pública de la fe cristiana, la necesidad de defender no sólo las focas sino también los niños apenas concebidos, el autoritarismo de la conciencia individual que es la principal esclavitud de nuestros días.


De otro modo no sería humano. Soy un apologeta. Creo que el cristianismo amerita ser defendido y lo requiere íntimamente porque no anula nuestra libertad y nuestro racionamiento sino que nos pide verificar si la propuesta es humana o no. En el rostro de Cristo el hombre se refleja, se ve mejor a sí mismo y encuentra entonces la confirmación de la humanidad de la religión cristiana. La Iglesia sirve el mundo, pero propiamente por esto debe ayudarlo a ver hasta el fondo su propia verdad, y no puede hacerlo sin mostrar la verdad de Cristo.

No creo que el cristianismo sea sólo una ética, sino ciertamente conlleva una ética.

Agradezco a las Lectoras y los Lectores que leerán estas 100 etapas de un catolicismo post ideológico. Recuerden que si encuentran cosas que no convencen, la culpa es mía. Agradezco al director del diario “loccidentale.it” Giancarlo Loquenzi y a Cristiana Vivenzio, de redacción, que me han permitido siempre expresarme con total libertad, unidamente a la presidencia de la Fundación Magna Carta que, hacen posible “loccidentale.it” e hicieron posible este libro.







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