Unas cuantas preguntas para el nuevo presidente de la ACdP
Luis Fernando Pérez Bustamante
El nuevo presidente de la ACdP, Carlos Romero, ha dado su parecer sobre cómo ve la participación de los católicos en el actual sistema político:
"Pienso que no debería haber un partido político católico. Los católicos tienen que estar en la política, pero tienen que estar en todos los partidos políticos: católicos convencidos, practicantes. Eso sería mucho mejor. Evitaríamos los radicalismos y conseguiríamos unas leyes adecuadas en las que todos los ciudadanos, católicos y no católicos, podrían convivir".
Por si algún despistado se piensa que esto supone un gran cambio respecto al anterior presidente, Alfredo Dagnino, que lean lo que éste respondió a Intereconomía en una entrevista concedida en diciembre pasado:
“Debemos plantear una visión amplia en cuanto a participación en la polis, que no significa necesariamente la directa participación en los partidos"… “En algunos momentos históricos se han promovido partidos de corte más confesional como la democracia cristiana. Pero en principio, los católicos deben estar diseminados en los diferentes partidos"… “Yo pongo el acento en estos momentos en lo prepolítico, para construir de manera sólida y bien anclada el futuro del bien común en España".
Es decir, lo que le voy a preguntar ahora a don Carlos, habría valido igual para don Alfredo. Ahí van mis preguntas:
- ¿Es usted consciente de que la partitocracia reinante en España, en la que los aparatos de los partidos hacen la vez de reyes absolutos, convierte prácticamente en estéril la presencia de corrientes católicas en su seno?
- ¿Me puede decir usted qué pinta un católico en Izquierda Unida, ERC o cualquier partido parlamentario de evidente tendencia anticristiana?
- ¿Me puede usted dar un solo ejemplo de influencia positiva de la acción de los políticos católicos españoles en los partidos mayoritarios? Por ejemplo, ¿han impedido que tengamos una legislación divorcista-express que convierte el matrimonio civil en una farsa?, ¿han impedido el matrimonio gay?, ¿han impedido que la legislación pro-abortista haya convertido el aborto en un derecho y, anteriormente, haya permitido más de un millón de abortos? Dando por hecho que en el PSOE, salvo Paco Vázquez, los socialistas católicos son más socialistas que otra cosa, ¿puede explicarnos de qué sirvió la presencia de católicos en el gobierno de Aznar a la hora de al menos hacer cumplir estrictamente la anterior ley del aborto? ¿o de qué sirvió a la hora de impedir que ese gobierno legalizara la píldora abortiva?
- ¿Me puede usted decir qué tiene de malo, y de contrario a la doctrina social de la Iglesia, la presencia de partidos (plural) católicos confesionales que, por ejemplo, se comprometan a defender los principios no negociables marcados por Benedicto XVI en su exhortación apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis”?:
1. VIDA. La persona es sagrada e inviolable, desde la concepción hasta la muerte natural.
2. FAMILIA. La familia nace del compromiso conyugal. El matrimonio es un voto, en el que un hombre y una mujer hacen donación de sí mismos y se comprometen a la procreación y el cuidado de los hijos.
3. LIBERTAD DE ENSEÑANZA. Los padres tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Son ellos -no el Estado, ni los empresarios educativos, ni los profesores- los titulares de ese derecho.
4. BIEN COMUN. El Estado está al servicio de la sociedad y no al revés. El papel de la autoridad es ordenar la comunidad política no según la voluntad del partido mayoritario sino atendiendo a los fines de la misma, buscando la perfección de cada persona, aplicando el principio de subsidiariedad y protegiendo al más débil del más fuerte.
Ninguno de los partidos políticos con representación parlamentaria en España defiende la totalidad de esos principios. Algunos los quebrantan todos, o parte de ellos, ampliamente. Y los católicos presentes en los mismos no tienen la fuerza necesaria para lograr que sean defendidos. De hecho, es prácticamente imposible que, mientras siga imperante la partitocracia, cambie esa realidad dado el funcionamiento interno de las fuerzas políticas españolas. Sin embargo, la presencia de diputados pertenecientes a partidos políticos confesionales, fueran de izquierda o de derecha, aseguraría que en las cortes hubiera siempre una voz en defensa de dichos principios. Y si se lograra que esos partidos fueran bisagra necesaria para gobernar, su influencia real en la legislación de este país sería sumamente beneficiosa para el bien común. ¿Por qué se opone usted a eso? ¿No es otra la doctrina política que ha enseñado y enseña la Iglesia en muchos documentos?
El Concilio Vaticano II quiere que “los laicos coordinen sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado” (GS 36). ¿No estamos hoy en esa situación? También enseña que han de empeñarse en “lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena” (GS 43). ¿Lo conseguirán esos integrándose en el PP, PSOE, IU, PNV, CIU, etc?
Precisamente hoy tenemos en InfoCatólica la noticia del próximo referendum sobre el divorcio que tendrá lugar en Malta, país que es confesionalmente católico. ¿Qué le parecen estas palabras del Papa a los malteses durante su reciente viaje a esa isla mediterránea?:
“Vuestra nación debe seguir defendiendo la indisolubilidad del matrimonio como institución natural además de sacramental y la verdadera naturaleza de la familia, al igual que defiende la sacralidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, y el respeto debido a la libertad religiosa”.
Y yo me pregunto si, por el contrario, entre esos 50 diputados a los que usted aspira que sean propagandistas, ¿habrá tan solo uno capaz de decir lo que acaba de afirmar el ex-presidente maltés Eddie Fenech Adami?:
“Seguimos vinculados por el principio de que el matrimonio es para toda la vida y deberíamos estar orgullosos de ello”.
No, señor Romero. Lo que la ACdP propone es más de lo mismo. Ustedes son otra herramienta del sistema que ha llevado a España a tener una de las legislaciones más claramente contrarias a la moral católica. Ustedes ponen empeño en que no se forme un partido católico o una coalición de partidos cristianos. Es decir, ni hacen ni dejan hacer. Se conforman con dejar que se oiga su voz, pero no tienen la menor intención de ser una fuerza organizada capaz de acabar democráticamente con la ingeniería social que nos han impuesto desde el poder. Y para eso ni siquiera hace falta cambiar la Constitución, sino interpretarla y aplicarla como Dios manda. Ustedes sirven para acallar las conciencias de los políticos católicos que militan en partidos sabiendo que no pueden hacer nada para cambiar las cosas. En vez de invitarles a ser valientes y volar libres, les animan a quedarse en las jaulas donde están prisioneros.
Por último, diré que sus declaraciones me han producido una sensación de dèjá vu. Me recuerdan lo que dijo Mons. Gabino Díaz Merchán, arzobispo emérito de Oviedo, nada más ser elegido como presidente de la Conferencia Episcopal Española. Don Gabino negó entonces que la Iglesia diera su apoyo a UCD. “Eso“, argumentó, “no resiste un análisis serio. Hay muchos cristianos que son socialistas y la Iglesia no les ha prohibido serlo. Solamente les advierte que no pueden mantener una concepción materialista de la vida. Lo mismo pasa con el comunismo, en cuanto que éste sea antidogmático. El comunismo es también un dogma y chocan los dos dogmas, el de la Iglesia y el comunismo. Si realmente se supera el dogmatismo, puede darse el caso de que un cristiano admita muchas cosas del partido comunista“. Mons. Díaz Merchán dijo entonces que las relaciones de la Iglesia con los partidos de izquierda eran normales: “Mayor peligro podría haber, por ejemplo, con Blas Piñar, pero ese ya se sale por el otro extremo y está, al menos en mi opinión, muy lejos de la doctrina social de la Iglesia“.
Conmovedoras declaraciones de ese gran “profeta” de los años 80. Un católico podía ser de cualquier partido, incluso si era el del carnicero de Paracuellos, pero no del partido de don Blas. Y ahora viene Carlos Romero don a decir lo mismo del partido del yerno de don Blas -o cualquier otro partido de identidad claramente cristiana-, por mucho que su ideología se haya moderado en todo excepto, precisamente, en esos principios no negociables.
Lo peor del taranconianismo sigue presente en el Adn del catolicismo español. Por eso seguirá siendo nula su capacidad de ser sal de la piel de toro y luz en las tinieblas de la que otrora fue gran faro. Seguirá siendo impotente para cualquier actividad política eficaz. Quienes queremos cambiar las cosas tendremos que luchar contra muchas corrientes. Una de ellas, la del oficialismo ramplón que se conforma con ser la vaca del prado que se limita a mugir cuando pasa el tren.
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