viernes, 30 de enero de 2009

Instrucciones muy precisas a los católicos en política - Benedicto XVI


Instrucciones muy precisas a los católicos en política
Benedicto XVI


El Papa fija tres principios innegociables: defensa de la vida, reconocimiento de la familia y libertad de educación



Benedicto XVI, ante unos quinientos parlamentarios del Partido Popular Europeo, aclaró que «estos principios no son verdades de fe, están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad... La acción de la Iglesia en su promoción no es por lo tanto de carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, independientemente de su afiliación religiosa».

Hay tres principios que son innegociables para la Iglesia y los cristianos en la vida pública, explicó este jueves Benedicto XVI: la defensa de la vida, el reconocimiento de la familia, y la libertad de educación. El Papa los expuso a unos quinientos parlamentarios del Partido Popular Europeo, que han celebrado en Roma su congreso continental. En su discurso, con el que respondió a las palabras de saludo del presidente del grupo parlamentario, Hans-Gert Poettering, el Santo Padre comenzó reivindicando el derecho de los representantes religiosos a expresar sus principios en una sociedad democrática: "Cuando las Iglesias o las comunidades eclesiales intervienen en el debate público, expresando reservas o recordando principios, no están manifestando formas de intolerancia o interferencia, pues estas intervenciones buscan únicamente iluminar las conciencias, para que las personas puedan actuar libremente y con responsabilidad, según las auténticas exigencias de la justicia, aunque esto pueda entrar en conflicto con situaciones de poder y de interés personal".

Pasando después a analizar en particular las intervenciones públicas de la Iglesia católica, su máximo guía y pastor aclaró que su interés «se centra en la protección y la promoción de la dignidad de la persona y por ello presta particular atención a los principios que no son negociables».

Con la claridad de un profesor, enunció estos principios de este modo:
-«Protección de la vida en todas sus fases, desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural»;
-«Reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa ante los intentos de hacer que sea jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión que en realidad la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel social insustituible»;
-«La protección del derecho de los padres a educar a sus hijos».

Benedicto XVI siguió aclarando que «estos principios no son verdades de fe», pues «aunque queden iluminados y confirmados por fe; están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad... La acción de la Iglesia en su promoción no es por lo tanto de carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, independientemente de su afiliación religiosa».

Esta labor de defensa de estos aspectos fundamentales de la dignidad humana, concluyó, es ineludible que sea realizada por la Iglesia. De hecho, «es aún más necesaria en la medida en que estos principios son negados o malentendidos, pues de este modo se comete una ofensa a la verdad de la persona humana, una grave herida provocada a la justicia misma».

LAS RAICES CRISTIANAS DE EUROPA

El Papa habló de una cierta «intransigencia laicista» que se está extendiendo en Occidente y "que es enemiga de la tolerancia y de una sana concepción laica del estado y de la sociedad" y constató que en el viejo continente se ha difundido una cultura «que relega a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las propias convicciones religiosas». «Las políticas cimentadas en este fundamento no sólo implican el repudio del papel público del cristianismo, sino que más en general excluyen el compromiso con la tradición religiosa de Europa, sumamente clara a pesar de sus variaciones confesionales, convirtiéndose en una amenaza para la misma democracia, cuya fuerza depende de los valores que promueve».Según el obispo de Roma, la tradición cristiana «en su así llamada unidad polifónica, transmite valores que son fundamentales para el bien de la sociedad» de manera que «la Unión Europea sólo podrá verse enriquecida en su compromiso con ella». «Sería un signo de inmadurez, o incluso de debilidad, oponerse a ella o ignorarla, en vez de dialogar con ella», reconoció.

Esta tradición, aseguró, «ofrece valiosas orientaciones éticas para la búsqueda de un modelo social que responda adecuadamente a las exigencias de una economía globalizada y de los cambios demográficos, asegurando el crecimiento y el empleo, la protección de la familia, igualdad de oportunidades para la educación de los jóvenes y la atención por los pobres».

«Si valora sus raíces cristianas, Europa será capaz de dar un rumbo seguro a las opciones de sus ciudadanos y de sus pueblos, reforzará su conciencia de pertenecer a una civilización común y alimentará el compromiso de afrontar los retos del presente para lograr un futuro mejor», afirmó.


(Tomado de http://www.infordeus.com/ Edición del 16 de junio del 2006)


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